Al recordar
nuestro viaje a Canchaque es inevitable dejar de pensar en Palambla, un pequeño
pero acogedor lugar. Hogar de personas amigables, atentas y sinceras que abren
sus puertas al turista piurano y extranjero que desea conocer y disfrutar de la
belleza y cultura de su pueblo.
Llegamos a la
plaza y decidimos descansar un poco. La tranquilidad y serenidad de las calles
hacía de este, el lugar ideal para que surgiera en nosotras una paz interior,
difícil de conseguir, en la ciudad. La sombra de los árboles y el aire puro
eran perfectos para comenzar a admirar su belleza. Al levantar la mirada
podíamos maravillarnos con los imponentes cerros y su campo verdoso,
inspirándonos una extraña seguridad. Al mismo tiempo, nos invitaban a no dejar
de conocer Palambla y su naturaleza.
Definitivamente, sentíamos la sensación de estar en un
paraíso. Un lugar fascinante y perfecto para encontrarse consigo mismo y
hacer una verdadera catarsis. Después de observar la belleza del lugar,
confirmamos que Palambla tiene merecido el nombre con el que se le conoce,
"Pedacito de cielo". Una vez recuperadas las energías la plaza de
Palambla se convirtió en el escenario perfecto para tomar fotos. Sin lugar a
dudas, queríamos capturar ese momento, donde las emociones estaban a flor de
piel.
Pensar que la belleza de Piura se limita únicamente a sus playas resulta erróneo pues nuestra ciudad cuenta con un gran patrimonio histórico, natural y arqueológico. Canchaque es la muestra perfecta de ello, pues en la sierra piurana hay un pedacito de cielo que nos espera para ofrecernos la posibilidad de entrar en contacto con la naturaleza y desconectarnos de la agitada vida de la ciudad.
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